Visiten nuestro blog hermano, Discos La Chop Shop, para leer, bajar y escuchar un poco de la música "tradicional" peruana que aparece en estas películas.
Salgamos de lo evidente primero. La película se ve bellísima. Los dorados que uno imagina son comunes en un poblado a tanta altura sobre el nivel del mar (ya saben, el sol pega más directamente) están hermosamente retratados. Lo que es más, la locación en la que está filmada la película es idílica. Verdes campos, montañas nevadas, lagos cristalinos. Todos se ven hermosos. El primer tercio de la película incluso parece un documental etnográfico, todo es dedicado a las costumbres indígenas y el paisaje que los envuelve. La música es buen acompañante, lo único que pedimos de ella, y las actuaciones funcionan, especialmente la de Magaly Solier, que con suscara angulada y expresivos ojos negros puede decir mucho sin abrir la boca.
Bueno, todo eso muy lindo y correcto. Pero vamos a lo interesante. Como habrán notado al leer la sinopsis, la película está situada enteramente en un pueblo indígena durante la festividad del Tiempo Santo. Durante esta festividad, los indígenas, seguros de que Dios no los está viendo, le dan rienda suelta a sus instintos más primitivos. Toman chicha hasta el vómito, se roban los chanchos de las vecinas, manosean a las mujeres del pueblo y fornican con sus propias hijas. Difícilmente una muy buena imagen de los indígenas. ¿Qué termina de complicar el asunto? Que la fiesta del Tiempo Santo no existe. Ni tampoco existe el pueblo de Manacuyana. Todo es un invento de Llosa. Es cierto que los indígenas son bastante ignorados en la estrecha historia del cine peruano. Pero aquí llega Llosa, una limeña blanca de clase alta, al fin mostrándolos en el cine, pero como un grupo de borrachos y aprovechados incestuosos.
Y aquí entra en escena el personaje de Salvador. Éste es un personaje incomodo, colérico e ignorante de las tradiciones indígenas pero a la vez atraído por la belleza "exótica" de Madeinusa. El tipo nada más anda deambulando por el pueblo, tratando de perder el tiempo al mismo tiempo que se burla de los pueblerinos y, en una de esas, se la coge a Madeinusa mientras ésta está vestida de virgen (ya saben, por el Tiempo Santo y todo eso). ¿Qué nos quiere decir Llosa con este personaje y su interacción con los indígenas?
Aquí podemos escoger dos caminos: considerar que Llosa es racista (como más de uno considera a su tío) o que más bien está usando la ironía para criticar la típica representación del contacto entre blancos e indígenas. Veamos: el blanco limeño se llama Salvador (sí, el blanco protector de la civilización) quién llega al pueblo durante Tiempo Santo (en el que los indígenas caen en el oscurantismo) para salvar a Madeinusa (virginal, pura) de los indígenas primitivos con los que tiene que convivir y llevarla de regreso a Lima (la civilización, el centro). Eso es lo que la película nos presenta a primera vista. Pero me parece muy superficial considerar a esta como la lectura apropiada de la película.
Yo prefiero verlo así: el uso de Salvador como nombre del limeño blanco es irónico. Salvador no es ningún salvador ni mucho menos, es un tipo egoísta e incomprensivo que no soporta a los indígenas y cuyo destino final es una mina (o sea, la explotación). Lo único que consigue en el pueblo es cogerse (la forma en que tienen sexo solo merece el verbo coger) a la indígena atractiva y luego, un poco apenado, accede a llevarla a Lima con él. Pero Salvador no entiende a los indígenas y no solo no los entiende sino que no quiere entenderlos. Sus deseos, motivaciones y costumbres son inexplicables para él por lo que aún su tardía buena intención resulta fútil. Pero los indígenas no son ningunos santos, tampoco. Como los blancos, pueden ser egoístas, aprovechados e ignorantes.
Nadie se salva del ojo inquisidor de Llosa aunque su mensaje final resulta ser ambiguo. Es difícil negar que ante los ojos del público los indígenas quedan en una peor posición moral que Salvador. En mi opinión, y como ya lo expresé, Llosa está criticando solapadamente esa costumbre a simpatizar con el blanco y a horrorizarnos por las "salvajes" tradiciones indígenas. Pero es debatible si ese es el mensaje que la mayoría de la audiencia se va a llevar a casa.
La segunda película de Llosa, La Teta Asustada (2009), se enfoca en Fausta (Magaly Solier, de nuevo), una joven que vive con su familia en uno de los pueblos jóvenes a las orillas de Lima, asentamientos informales fundados a partir de los años 80 por inmigrantes del campo que huían de la violencia de las guerrillas. Fausta sufre lo que se conoce como "la teta asustada", una enfermedad en la que las madres que fueron violadas por los guerrilleros (o el Ejército) le transmiten el miedo y el sufrimiento a sus hijos por medio de la leche materna. Tal es el miedo que le tiene Fausta a la violación que recurre a meterse una papa en la vagina como forma de asegurarse que ningún hombre la querrá penetrar. La película comienza con la muerte de la madre de Fausta y sigue los esfuerzos de ésta para conseguir el dinero que le permita darle sepultura a su madre en el pueblo del que son originarias.
La Teta Asustada guarda muchas similitudes con su predecesora. Primero, cuenta con Magaly Soler en el papel principal. Segundo, se enfoca en una comunidad indígena. Tercero, presta gran atención a las costumbres y tradiciones de sus personajes. Cuarto, tiene influencias del realismo mágico, en el que la superstición se mezcla con la realidad para conformar las creencias de los indígenas. Pero si Madeinusa llevaba a un limeño a los Andes peruanos, en esta ocasión son los indígenas los que arribaron hasta Lima. Y llegaron para quedarse.
Como lo explica la sinopsis, los indígenas de La Teta Asustada emigraron debido a la violencia terrorista que castigó las zonas rurales del Perú, provocado por el largo conflicto entre la guerrilla del Sendero Luminoso y el Ejército peruano. A raíz de eso se provocaron gran cantidad de atrocidades, como las violaciones indiscriminadas, que obligaron a los habitantes de esas zonas a migrar a las dunas que rodean Lima. Esto provocó que las tradiciones propias de los indígenas y campesinos rurales se vieran mezcladas con las influencias modernizantes de la gran capital peruana.
Llosa le presta amplia atención a las prácticas culturales de estos personajes ya que la familia de Fausta tiene un negocio de planificación de matrimonios. Estas fiestas inevitablemente le parecerán, a nuestros ojos occidentalizados de clase media pa' arriba, como algo increíblemente kitsch y poco sofisticado, en el que los pobres de los barrios marginales intentan sin éxito imitar las costumbres de los citadinos al mismo tiempo que se niegan a eliminar a algunas de sus tradicionales rurales.
Esto le valió muchas críticas a Llosa, a quién acusaron de querer explotar una imagen atrasada del Perú para gusto de los mercados europeos en busca de exotismo tercermundista. A mí eso me parece a la típica reacción de la élite aburguesada que responde con escándalo ante cualquier trabajo que no presente a su país como una "sociedad moderna y avanzada". La película, al igual que Madeinusa, tiene una vocación etnográfica que me parece rescatable. Si así celebran sus matrimonios los habitantes de estos pueblos jóvenes, pues entonces vale la pena mostrarlo.
Con respecto a la película en sí, pues tiene un ritmo lento, más lento que Madeinusa. Llosa es una directora de lo que gusta llamarse cine-arte/cine-de-autor/cine-de-repertorio y esto usualmente implica que las películas se salen de los patrones convencionales de representación del tiempo y espacio. La cámara elige prestar su atención la mayor parte del tiempo a Fausta, la vemos cantando, caminando, limpiando, observando, cortándose las raíces de la papa que tiene en la vagina (no explícitamente, claro), etc. Toda la película descansa entonces en los hombres de Magaly Soler.
Para mí Soler cumple. Pero fiel al estilo de la película, su actuación es muy discreta y callada. El personaje de Fausta canta en quechua más de lo que habla. Pero como ya lo mencioné en relación con Madeinusa, el rostro y los ojos de Soler se me hacen muy expresivos y la joven guarda una belleza innegable. Más allá de los elementos culturales y etnográficos, esta es la historia de Fausta y de su miedo paralizante hacia los hombres y al mundo exterior en general. La represión interna de su personaje y de la actuación de Soler tienen sentido dentro del mundo de la película y, de alguna manera, representan la forma en que las heridas del pasado impiden a sociedad latinoamericanas como la peruana de avanzar en el camino al llamado progreso (sea lo que sea).
Claudia Llosa es una cineasta controversial que ha sido acusada de presentar una visión exótica del Perú, enfocándose en sus aspectos regresivos, primitivos y ordinarios. Pero también es de las pocas directoras latinas que se ha enfocado en las comunidades indígenas y en su cultura, incluso escogiendo a una indígena como actriz protagonista de sus dos películas (algo todavía más raro). En mi opinión, la mayoría de las críticas que le han sido dirigidas provienen de aquellos que estallan en furia ante cualquier representación negativa de su país o que consideran que los indígenas solo deben ser presentados como seres angelicales que viven en un contacto lírico con la naturaleza y que escapan de todos los vicios de nuestra vida moderna. O sea, los indígenas son todo lo que nosotros no somos. Llosa nos dice que no son tan distintos en ciertos aspectos como algunos piensan.
El asunto es complejo y se presta para mucha discusión. Yo no soy peruano ni experto en culturas indígenas por lo que puede que este análisis esté muy equivocado. Lo único que puedo afirmar es que Llosa me parece una cineasta valiente al tocar estos temas como el indigenismo, la pobreza y las secuelas del terrorismo y, aunque ninguna de sus dos películas me ha parecido particularmente sobresaliente, ciertamente la establecen como una de las cineastas más interesantes y comentadas de Latinoámerica. Para bien o para mal. Decídanlo ustedes, vean las películas.
La Teta Asustada se encuentra nominada al Premio Oscar a Mejor Película Extanjera. Es la primera película peruana en lograr esa distinción.
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