Pero no en el siglo 21.
Eso es lo que nos parece decir Samuel Benchetrit en esta nostálgica película llena de humor negro. Compuesta por 4 viñetas separadas más un epílogo, Siempre quise ser un gángster es un filme dedicado a criminales fracasados, ladrones amateur y delincuentes cuyos mejores momentos sucedieron hace mucho tiempo. Lejos de exaltar la figura del gángster, como hasta cierto punto lo hace la película que inspiró su nombre, lo que hace Benchetrit es demostrarnos humoristicamente que la era del criminal glamouroso, atractivo e ingenioso ya pasó a la historia.
Pero, más allá de las buenas actuaciones y el fino guión, lo que logró que la película se me grabara en la mente, hasta el punto que ya la he visto 3 veces, es la conexión que realiza entre la desaparición del clásico gángster y la creciente alienación urbana de los suburbios franceses. Benchetrit sitúa a su película no en una ciudad (ni siquiera sabemos en qué parte de Francia ocurre la acción) sino en un entramado interminable de autopistas, funcionales edificios de apartamentos y restaurantes al borde del camino. Todas estas carreteras y edificaciones se ven prácticamente iguales la una de la otra, lo que resalta el sentimiento generalizado de desorientación del que sufren estos criminales frustrados.
Esta desorientación se observa más explícitamente en el segmento dedicado a los viejos gánsters retirados, quienes, al volver a los lugares de sus antiguas fechorías, encuentran una cafetería (en vez de su escondite) y un McDonald's (en lugar de un banco al que solían robar). Su intento por un último golpe en ese restaurante se ve frustrado, como al igual se ven frustrados casi todas las fechorías retratadas en esta película.
El viejo arquetipo del gángster cinematográfico se encuentra a sí mismo perdido en el estéril entramado de concreto de los suburbios modernos. ¿La pérdida de un iluso sueño infantil como metáfora del fracaso del plan urbano modernista? ¿Un ejemplo cinematográfico de determinismo ambiental en la mente criminal? Siempre quise ser un gángster es un ejemplo de una película que trasciende su tema principal para explorar temas que afectan a nuestras sociedades y ciudades contemporáneas.
Viendo estas imágenes, es evidente la influencia de Antonioni (especialmente películas como L'Avventura y L'Eclisse) en la concepción visual de Benchetrit para esta película. Y al igual que las cintas de Antonioni, este filme tiene a una atractiva actriz en su centro. Sin tener esa expresión de vacío existencial que caracterizaba a Monica Vitti, Anna Mouglalis logra reflejar una combinación de seguridad, tristeza y humor que evita que la película se pierda en sus ocasionales diálogos Tarantinescos.
Mouglalis, además de ser su pareja en la vida real, también será la actriz principal de la próxima película de Benchetrit, Chez Gino. Ojalá que sea solo el inicio de una fructífera colaboración en la pantalla grande.