domingo, 15 de marzo de 2009

Nuevos Cineastas Latinoamericanos: Lucrecia Martel (Argentina)

Este es el primero de lo que se espera sea una serie regular de perfiles dedicados a algunos de los más interesantes directores nuevos de Latinoamérica. Para empezar, nos trasladamos al sur del continente para reseñar el trabajo de la directora argentina Lucrecia Martel.

Lucrecia Martel nació en 1966 en la ciudad de Salta al norte de Argentina. Es en esta zona cercana a Chile y Bolivia en la que se encuentran las ultimas comunidades de indígenas argentinos, maltratados históricamente por gobiernos que se han encargado de profundizar la identidad euro céntrica del país. Hasta el momento todas sus películas han sido filmadas y localizadas en esta ciudad y sus pueblos aledaños, una particularidad especialmente importante si consideramos que Argentina es un país sumamente centralizado en su capital Buenos Aires, la cual está localizada a miles de kilómetros de Salta.

Martel asistió a varias escuelas de cine durante su formación, aunque se considera a sí misma como una autodidacta ya que su mejor educación la recibió viendo películas, leyendo libros y simplemente pensando libremente. En 1988 filmó su primer corto El 56, seguido por Piso 24 y Besos Rojos. En 1995 su corto Rey Muerto apareció como parte del filme antológico Historias Breves I, el cual daría a conocer al mundo cinematográfico algunas de las nuevas voces que vendrían a definir el cine argentino del nuevo milenio. En ese mismo año trabajo en la serie de televisión D.N.I. pero sería hasta el año 2001 en que Martel, a los 34 años, completaría su opera prima.

La Ciénaga empieza con una surreal escena en la que un grupo de adultos intoxicados caminan sin dirección ni rumbo en un completo aturdimiento al lado de una sucia piscina. Mecha (Graciela Borges), dueña de la casa y anfitriona de lo que en algún momento fue una fiesta, resbala y cae al piso hiriéndose en el proceso con el vidrio de un vaso de champagne que sostenía en el momento de la caída. Pero a pesar de que Mecha está visiblemente herida sin poder levantarse, ninguno de los demás adultos se ofrece a ayudarla estando muy ocupados con su propio estupor alcohólico. Tienen que ser sus hijas quienes salen corriendo desde la casa a ayudarla y llevarla al hospital.

Estos primeros minutos de La Ciénaga funcionan como el marco en el que vendrían a dibujarse las siguientes dos películas de Martel. La Ciénaga es una película que habla de la desconexión de los adultos con el mundo que los rodea. La Mecha, rodeada por una familia extendida que no puede controlar, asolada por el extremo calor del verano salteño y acompañada por un incompetente esposo obsesionado por verse más joven, se refugia en el alcohol y en la comodidad de su cuarto para no enfrentar la realidad que la rodea. Su prima, Tali (Mercedes Morán), aunque en apariencia más centrada y contenta con su vida, también se encuentra en busca de una salida al sentirse atrapada al igual por su gran familia, su pequeño apartamento que no da abasto y su responsable pero sobreprotector esposo. Ambas planean un viaje a Bolivia para escapar momentáneamente de sus vidas, un viaje que desde el inicio tiene pocas posibilidades de concretarse.

Este sentimiento de claustrofobia y opresión experimentado por los dos personajes principales es otra constante en el cine de Martel. En este caso, esta claustrofobia se ve representada en la hacienda de Mecha la cual, deteriorada, lúgubre y llena de sombras, se levanta como otra barrera más que se impone en el camino de los personajes. La hacienda es un refugio ante el trajín de la ciudad pero también es una prisión que detiene a sus habitantes en un caluroso momento detenido en el tiempo. Las mujeres, confrontadas con ese opresivo presente, deciden escaparse de la realidad lo que las hace desconectarse no solo entre si mismas sino que también con sus propios hijos. Las hijas e hijos de Mecha y Tali viven su realidad aparte, descubriendo su naciente sexualidad en el medio de este claustrofóbico ambiente y comportándose muchas veces de una manera más racional que la de los adultos. Martel claramente siente una mayor conexión con sus actores más jóvenes, conexión que se volverá más explicita en su segunda película.


La Niña Santa (2006) toma lugar casi que completamente en el interior de un viejo hotel en el que viven Amalia (María Alche), una adolescente religiosa en pleno despertar sexual, y su madre Helena (Mercedes Morán), una atractiva mujer cuyo ex-esposo (y padre de Amalia) recientemente ha anunciado que tendrá mellizos con su nueva pareja. Además, en el hotel en el que viven, el cual es propiedad de la familia de Helena, se está realizando un congreso de doctores psiquiátricos. Uno de ellos, el callado y socialmente torpe Doctor Jano (Carlos Belloso), pronto mostrara un interés especial tanto por Helena como por Amalia.

Algunos de los temas que se empezaron a explorar en La Ciénaga serán desarrollados más profundamente en esta película. Un aspecto clave de La Niña Santa, que apenas fue tocado en un par de escenas en la película anterior, es el de la religiosidad. Amalia y su mejor amiga Josefina reciben constantemente lecciones de religión en las que se discuten repetidamente temas relacionados con la vocación de la mujer para una vida dedicada a Dios. Las chicas, a pesar de que reaccionan burlonamente a lo dicho en las clases, se ven muy influenciadas por ellas y esa religiosidad llega a tomar un papel preponderante en el despertar sexual de ambas, especialmente de Amalia.

A diferencia de las chicas, los adultos en la película carecen de espiritualidad alguna. Más bien, se hunden en la resignación y el vacío emocional. Esto es ciertamente el caso de Helena quien prefiere encerrarse en la familiar estructura del hotel en el que creció antes de seguir con su vida, a diferencia de su ex esposo. Los hombres de la película son todavía más débiles. El hermano de Helena lleva años sin hablar con sus hijos que se encuentran en Chile pero no encuentra el valor para llamarlos. Y el Dr. Jano, en apariencia calculador e inteligente, se encuentra prisionero de sus propios deseos carnales que lo dejan en una situación moralmente inaceptable. La Niña Santa rescata la inocencia de la juventud y critica la evasión y resignación de la clase media-alta argentina, la cual al verse enfrentada con una realidad complicada prefiere encerrase en su propio mundo. A mí parecer, una de las mejores películas latinoamericanas de los últimos años.

La tercera, y hasta ahora última película de Martel, pondrá explícitamente en el tapete esta inmovilidad de una clase media-alta sorprendida al toparse con eventos cuyo desenlace no esperaban. En La Mujer Sin Cabeza (2008), una atractiva mujer de edad media llamada Verónica (María Onetto) atropella a un perro mientras conduce descuidada por una solitaria carretera. Al escuchar el golpe, se detiene brevemente pero luego decide seguir con su camino sin bajarse del carro para observar la gravedad del daño que infligió. Pronto empieza a ser carcomida por la culpa. Habrá sido de verdad un perro? O habrá atropellado más bien a una persona? Porque no se bajó a revisar como lo habría hecho cualquier persona sensible?

Si en La Ciénaga y en La Niña Santa los personajes adultos compartían espacio con jóvenes y niños cuya inocencia y sentido de descubrimiento los ponían como la contraparte de los confusos adultos, en La Mujer Sin Cabeza el enfoque se traslada completamente a una sola persona, la mujer del titulo. A diferencia de las otras películas, no hay gran ensemble de actores propio del lugar en que están ubicados (una gran hacienda o un hotel). En La Mujer Sin Cabeza la cámara se enfoca completamente en la mujer, observando con detalle su incapacidad para llegar a término con el accidente del que fue culpable. Poco a poco, Verónica pierde contacto con su familia y amigos hasta llegar a habitar un mundo en el que su propia cabeza se encuentra rodeada por una niebla que la hace incapaz de comprender el mundo que la rodea.

La Mujer Sin Cabeza es la película más claustrofóbica, desbalanceada y macabra de Martel, recordando incluso en unos breves momentos a la obra de Lynch. En esta película ya no hay haciendas u hoteles o hijas en descubrimiento sexual ni doctores atractivamente enigmáticos, aquí solo hay una mujer y la prisión mental en la que se ha encerrado. No solo eso, sino que esta película viene a desarrollar uno de los temas que Martel había introducido silenciosamente en sus dos anteriores películas: el maltrato que sufren los indígenas en Argentina. Borrados casi que completamente de la historia del país, en las pocas ciudades en las que se les encuentra como en Salta se dedican a realizar trabajos mal remunerados como el de mucama, lavacarros o cocineros. La Niña Santa empieza con unos niños indígenas jugando con su perro al lado de la carretera, mismo perro que Verónica atropellaría tan solo minutos después. Pero, como ya se mencionó, en su mente queda la duda de si en verdad atropelló al perro. O habrá atropellado a uno de los indígenas? No tiene forma de saberlo. Ella simplemente siguió con su camino sin mirar atrás.

Las películas de Martel, en general, están llenas de ricas metáforas abiertas a la interpretación del espectador. Pero sus películas evitan hundirse bajo el peso de su simbolismo (aunque esto no es del todo cierto con La Mujer sin Cabeza, película especialmente difícil y desconcertante que no será del agrado de muchos). Estas tres películas están realizadas por una mano experta que sabe manejar los hilos narrativos y emocionales y combinarlos de manera apropiada con sus inclinaciones más simbólicas para lograr trabajos que se pueden analizar y sentir al mismo tiempo. No son películas para todos, no es entretenimiento puro. Pero tampoco son intelectualismos excesivamente desligados. Martel siempre guarda un nivel de simpatía con sus personajes que nos hace entender sus comportamientos y decisiones al mismo tiempo que los criticamos. Probablemente la más exitosa y respetada de los directores del Nuevo Cine Argentino, Martel es perceptiva y critica, desnudando a sus personajes hasta revelar contradicciones que no solo son muy argentinas, sino que también son universales.

0 comentarios:

Publicar un comentario