martes, 7 de abril de 2009

Favela Chic?


Desde ya hace unos años se ha hecho evidente un interés internacional por los asentamientos informales de los países en vías de desarrollo. Aunque estos asentamientos siempre han existido en las mayores ciudades del mundo, en los últimos 30 años se han multiplicado debido a las crisis económicas y al descuido del sector público que sufrieron estos países por muchos años. Pero es en las favelas de Río de Janeiro en las que la mayor cantidad de atención se ha depositado. Recopilaciones de música, pinturas, exposiciones fotográficas, páginas de internet, series de televisión y películas han proliferado en los últimos años dando muestra del creciente interés por estas comunidades tanto adentro como afuera de Brasil. Este interés internacional por las favelas no es exactamente algo nuevo, Michael Jackson ya había grabado este video musical a mediados de los noventa, pero se puede decir que se intensificó con el lanzamiento en el 2003 de la película Ciudad de Dios del director Fernando Meirelles, uno de los mayores éxitos del cine mundial de los últimos tiempos, al punto que obtuvo cuatro nominaciones para los Oscar (usualmente poco inclusivos con películas en idiomas extranjeros).

Enfocándose en las vivencias de un chico aspirante a fotógrafo apodado Busca , la película sigue, con un ritmo pulsante y mucha creatividad visual, la historia de la comunidad de Cidade de Deus desde sus inicios en los años 60 como un bien intencionado proyecto urbanístico hasta finales de los 80 cuando Busca busca salir de lo que ahora se ha convertido en una densamente poblada y peligrosa favela.

Ciudad de Dios es una película excitante, siempre entretenida, siempre energética; es una intoxicante explosión de color y pólvora en el medio de un lugar que rara vez se ha visto fuera de Brasil. Pero, al final de cuentas, Ciudad de Dios es una película enamorada de los criminales que retrata. Es cierto que el personaje principal, Busca , es un joven que se ha mantenido alejado del crimen. Pero también es cierto que es uno de los personajes menos interesantes y menos desarrollados. Su labor se reduce a ser la personificación en cámara de nuestros ojos. Si alguien hiciera una versión de la película sin Busca , la diferencia sería mínima (algo irónico considerando que la película dice ser basada en sus vivencias). Lo que a los creadores de Ciudad de Dios les interesa es Ze Pequeño, el narcotraficante sociópata que no lo piensa ni medio segundo antes de de desatar una lluvia de balas; y Benny, su mejor amigo y la voz de la cordura que evita que Ze Pequeño cause un derramamiento de sangre más grande de la cuenta.


Benny es el típico criminal con corazón de oro. Trafica drogas pero en realidad se preocupa más por pasarla bien y mantener la paz y buena vibra que otra cosa. Es un hippie que vende drogas para ganar dinero pero en realidad su corazón no está en ello. Es el personaje con el que más se simpatiza y, por supuesto, acaba muerto. Su completo opuesto (los opuestos se atraen aparentemente) es Ze Pequeño, quien a los 9 años ya había efectuado una masacre innecesaria en un motel al que estaba robando. Benny es la roca que mantiene en terreno seguro el edificio tambaleante que es Ze Pequeño. Al morir Benny, Ze Pequeño llora y nosotros lloramos con él.

La película parece decirnos que Ze Pequeño es un humano también. Que los criminales de la favela como él también son humanos capaces de formar relaciones afectivas. Pero mi principal problema con la película es que durante todo el resto del tiempo Ze Pequeño es mostrado como un psicópata adicto a la sangre que igual hubiera cometido asesinatos aunque hubiera nacido en un lindo suburbio de algún país primermundista. No hay nada que nos haga creer que el haber nacido en un ambiente violento es la causa de su comportamiento ya que la imagen de la favela que se nos presenta durante su niñez en los años 60 es una dominada por criminales inofensivos que reparten sus ganancias con el pueblo. Si acaso Mané Galinha, un personaje secundario que apenas aparece en el último tercio de la película, puede verse como un ejemplo de una persona normal empujada a cometer actos criminales debido a las circunstancias sociales que lo aprisionan. Pero Ze Pequeño simplemente mata por matar.

Mi otro problema con la película es su aspecto visual. En resumidas cuentas, la película es una belleza. Los colores son exóticos y provocadores. La cámara se mueve como si estuviera en el centro de acción. La banda sonora está llena de ritmos frenéticos. Nos emocionamos, nos deleitamos con ella, nos deja al borde de nuestro asiento. Hasta el punto de que a veces queremos estar ahí. En el medio de una favela. Con balas pasándonos a centímetros de nuestros cuerpos. Pero si hay algún lugar en el que no quisiéramos estar en la vida real es en una favela.

Ahora, no dudo de que estos lugares puedan tener su colorido y su idiosincrasia. Pero como otros documentales y películas nos lo muestran, las favelas son lugares sumamente peligrosos en los que una vida inocente puede extinguirse en cuestión de segundos. En Ciudad de Dios casi todo lo vemos desde la perspectiva de los criminales, invencibles con sus pistolas en mano y listos para abatir al que se les ponga enfrente. La policía, frecuentemente acusada de abusos, está prácticamente ausente. De la misma manera, los conflictos entre pandillas de favelas vecinas ni se mencionan.

Como ya lo mencioné, la película termina en los años 80, justo cuando unos niños peligrosamente violentos empiezan a aterrorizar a la Ciudade que años después, nos informa la película, vendrían a dominar. Nos queda la sensación de que a partir de ese momento las cosas en la favela solo empeoraran. Pero si la situación de verdad empeoró, entonces Ciudad de Dios funciona poco más que como un nostálgico álbum de recuerdos en la que las fotos de Punta nos devuelven a una época en la que los criminales tenían un corazón de oro y los únicos que causaban problemas eran aquellos con serios problemas mentales. Esto resulta evidente en una de las escenas de la película en la que Ze Pequeño celebra cuando una foto de él y su pandilla aparece en la portada de un periódico. Da la sensación de que si Ze Pequeño hubiera visto esta película, hubiera comprado cientos de copias para regalárselas a todos sus conocidos.


Pero entonces que otras perspectivas cinematográficas de las favelas podemos encontrar? Perspectivas que nos den un mayor contexto y nos permitan conocer más de la realidad social de estos lugares y el peligro que en ellas abunda. Con ese propósito escogí cuatro de las películas relacionadas con el tema que han sido lanzadas en los últimos años .

La primera de ellas y, la más vieja, es Noticias de una Guerra Particular, documental dirigido por Kátia Lund (luego co-directora de Ciudad de Dios) que funciona como una especie de estado de la cuestión y que causó controversia cuando fue transmitido en la televisión brasileña en 1998 debido a su presentación sin tapujos de la vida en las favelas. En el documental, Lund se interna en una de las favelas de Río para entrevistar tanto a civiles como a vendedores de droga los cuales explican el funcionamiento de la comunidad y los desafíos que enfrentan cada día.

Lo que queda claro al escuchar a los entrevistados es que la autoridad civil en las favelas es inexistente. Ni el gobierno ni la policía tienen mayor autoridad ya que, desde la perspectiva de los residentes de la favela, estos solo existen para proteger a las elites y así mantener el status quo de una sociedad injusta. Los narcos dominan el morro y, aunque son una autoridad inestable y peligrosa, desde la perspectiva de los civiles por lo menos son una autoridad.


Del lado de los narcotraficantes, se muestra como estos son involucrados en el negocio desde niños ya que es, irónicamente, lo único que los va a sacar adelante. Los modelos a seguir de estos niños no son doctores, ingenieros o artistas, son los tipos duros de la calle que se enfrentan sin miedo a la policía en mortales tiroteos que acaban con la vida de cualquiera que se atraviese. El objetivo final no es obtener una educación. Es matar policías, conseguir dinero, vestirse bien y conseguir mujeres.

La policía también se encuentra representada en el documental con entrevistas a varios oficiales. Uno de ellos se muestra especialmente crítico, no con los narcos de las favelas, sino con la clase alta y las elites políticas. El mencionado oficial critica que son los ricos los principales proveedores de dinero para los narcos ya que son los que les compran las mayores cantidades de droga. Por lo tanto, los “playboys” y los “alemanes” (como les llaman en las favelas) son también un enemigo. Se quejan de la policía pero la policía es la ultima línea que defiende los resorts exclusivos de estos ricachones del ataque de los criminales de las favelas (se resalta el hecho de que estos narcos tienen armas rusas, israelíes, estadounidenses y suizas que ni siquiera la policía de Rio tiene).

La imagen que termina pintando este documental es la de un desalentador círculo vicioso. Los policías odian a los narcos debido a los policías que estos matan. Los narcos odian a los policías debido a los excesos de estos al entrar a la favela. La guerra se termina volviendo personal. El resultado final siempre es el mismo: la muerte. Ya sea de un policía, de un criminal o de un inocente.


La siguiente película es Bus 174, documental del director José Padilha y lanzado en el 2002. Tomando como punto de partida el secuestro del autobús 174 por parte de un joven llamado Sandro en Rio de Janeiro, este documental explora el mundo de las favelas y de los niños que terminan saliendo de ellas solo para vivir una existencia deprimente en las calles de la ciudad. El documental se enfoca en Sandro quien nació en una de las favelas más peligrosas de Río y presenció como asesinaban a su madre a puñaladas cuando tenía tan solo 6 años. Huérfano, se va a vivir a las calles con otros niños de la favela. Ahí pasaban su tiempo drogándose con pegamento, pidiendo dinero a turistas y, cuando esto no era suficiente para sobrevivir, robándolo. Cuando tenía 10 años, Sandro presenció la Masacre de la Candelaria, suceso en el que un grupo de policías asesinaron a sangre fría a 8 de los niños con los que Sandro vivía en la acerca enfrente de la Iglesia de la Candelaria.

El resto de la vida de Sandro se limitaría a drogas, asaltos y estancias en la cárcel. Eso seguiría así hasta ese día de junio del 2000 en el que, aparentemente drogado, secuestraría un bus cerca del parque Jardim Botánico de Río de Janeiro. Exactamente que buscaba lograr Sandro con este secuestro es algo difícil de explicar. Sandro no tenía demandas específicas que hacerle a la policía. No tenía cómplices. No buscaba dinero. No buscaba matar a nadie. El secuestro de la única manera que puede dársele sentido es viéndolo como un grito de auxilio desesperado. La película deja claro que Sandro cometió un crimen. Pero también resulta evidente que Sandro no es ningún Ze Pequeño, no era alguien que secuestraba buses o robaba por el puro placer de hacerlo. Al contrario, era un joven cuya vida entera había sido una sucesión de tragedias hasta que en una de esas tragedias encontró el final de su vida.


La segunda película de Padilha y su primera de ficción es Tropa de Elite, una de las películas más populares en la historia reciente de Brasil y sorpresiva ganadora (inexplicablemente si me preguntan) del Oso de Oro en el Festival de Berlín del 2007. Mientras que Bus 174 se enfocaba más en las dificultades de crecer en una favela al mismo tiempo que presentaba una imagen un tanto negativa de la policía carioca, Tropa de Elite busca presentar el lado de la policía y su visión particular de los problemas en las favelas. Por eso, Tropa de Elite es basada en un libro del mismo nombre escrito por un sociólogo brasileño junto con miembros del Batallón Policial de Operaciones Especiales (o BOPE) de Rio de Janeiro. Es este batallón el encargado de entrar en las favelas más peligrosas de la ciudad.

El filme se enfoca en tres personajes: el Capitán Roberto Nascimento quien, debido al reciente nacimiento de su hijo, decide retirarse y sus dos posibles reemplazantes Gouveia y Matías. El Capitán es fuerte, violento y frío) Gouveia es impulsivo pero determinado a mantener el orden y Matías es abierto, calmado y analítico. Es a este ultimo al que la película le dedica el mayor tiempo ya que, al mismo tiempo que trabaja en la policía, estudia filosofía en la universidad lo que lo lleva a entablar amistades con varios jóvenes que critican regularmente las acciones de la policía.

En la película, vemos las carencias con las que tiene que lidiar el departamento de policía. Carencias que llevan a muchos policías a pasarse al “lado oscuro” y colaborar con las mismas pandillas que deberían estar deteniendo (por ejemplo, oficiales corruptos proveen muchas de las armas que se utilizan en las favelas a cambio de una buena suma de dinero). Lo que es más, es tanta la corrupción que se encuentra en la policía que un policía honesto eventualmente va a ser eliminado por sus mismos colegas debido al riesgo que representa. El punto más interesante que hace la película, y que ya había sido mencionado en los dos documentales anteriores, es la culpa implícita que tiene una sociedad que se indigna fácilmente por los abusos de los policías al mismo tiempo que no hacen mayor cosa por mejorar la situación de los habitantes de las favelas.


Varios críticos en el tiempo que salió esta película la atacaron por “fascista” y por favorecer un exterminio total de los narcos de las favelas por parte de la policía. Esto debido a que la BOPE es representada como poco más que una maquina de matar bien aceitada. En mi caso, el efecto fue todo lo contrario. A pesar de sus intentos, es claro que Padilha no tiene la misma simpatía con los policías que la que tiene con los habitantes de las favelas. La de Sandro en Bus 174 era una historia relatada como una tragedia humana de alto nivel emotivo. En Tropa de Elite, prácticamente todos los policías excepto Matias son retratados como monigotes violentos, corruptos y sin conciencia. Incluso el Capitán Nascimento, a pesar de que se le intenta dar un lado más humano con el inminente nacimiento de su primer hijo, termina siendo poco más que un matón uniformado. La película deja claro que fueron las circunstancias de violencia imperante las que llevan a estos policías a convertirse en miembros del escuadrón elite (elite en asesinatos y torturas), de la misma forma que fue la violencia y muerte imperantes las que llevaron a Sandro a secuestrar un bus. Pero la BOPE es retratada de una manera tan mecánica y desinteresada que pronto el desenlace se vuelve predecible y aburrido.


Favela Rising es la última de las películas que reseñaré en este artículo con la idea de cerrar en una nota optimista, después de tanta violencia y muerte. Este documental de Jeff Zimbalist habla acerca de Anderson Sá, creador y líder del movimiento cultural Afro-Reggae, el cual combina poesía y denuncia social con ritmos africanos y altos niveles de energía. Afro-Reggae nace cuando Anderson se da cuenta que la única manera de que él y otros como él puedan salvarse de un sangriento destino es por medio de la cultura y la información. Pero competir con el crimen, las drogas y el dinero no es una tarea fácil y Sá es muy consciente de que por cada niño o joven que logre involucrar en su movimiento habrá otros tres listos para unirse a las bandas de narcotráfico. Aún así, él y sus colaboradores del movimiento Afro-Reggae están comprometidos con lo que llaman el efecto Shiva, la habilidad de sacar algo nuevo, creativo y bello de la destrucción de las favelas.

Favela Rising es la primera película de las reseñadas en la cual sus sujetos se abstienen de criticar a la sociedad y al gobierno. Incluso las críticas a la policía son menores comparadas con los otros documentales. Es aquí en la que por primera vez se plantea la idea de un cambio desde adentro; si el gobierno y la seguridad no llegan a las favelas, entonces en las mismas favelas nacerá una conciencia de que solo ellos como residentes son los que tienen la obligación de mejorar las condiciones de vida de sus comunidades. Ciertamente algo difícil, como lo muestra en detalle el mismo documental, pero no imposible.


Las audiencias en general buscan el escapismo. Y aún cuando se busca una visión de la realidad, se espera que contenga filtros que eliminen la crudeza existente en el mundo. En Ciudad de Dios se nos dan las herramientas para celebrar la emocionante vida de los criminales en todo su colorido y pulsante esplendor (escapismo) al mismo tiempo que se nos presenta a cuentagotas la cruda realidad detrás de los bailes al ritmo de James Brown (visión de la realidad filtrada). Al ver Ciudad de Dios pretendemos asquearnos de la violencia al mismo tiempo que nos entrenemos al observar al equivalente de ratones corriendo en su jaula.

Las otras películas aquí mencionadas podrán tener sus fallas (particularmente Tropa de Elite) pero por lo menos buscan que entendamos a estos personajes, no que simpaticemos con ellos. Intentan hacernos comprender la tragedia de sus vidas, no que sintamos la emoción de sus persecuciones a balazos. La favela es un lugar serio, desesperanzador y sofocante. Claro que hay colorido y hay intentos de superación. Pero como nos lo muestra Favela Rising, aún esos rayos de sol siempre están bajo el riesgo de ser eclipsados por una violencia siempre presente.

Noticias de una Guerra Particular, Bus 174, Tropa de Elite y Favela Rising se hacen preguntas importantes acerca de la sociedad, el arte, la autoridad, la corrupción, el consumo y venta de drogas y como se relacionan con la condición de las favelas. Gracias a Ciudad de Dios estas otras películas se han hecho más conocidas alrededor del mundo. Pero gran la parte de la audiencia no cinéfila va a ver solo Ciudad de Dios y va a pensar que las favelas son un lugar violento y peligroso pero a la vez excitante y exótico. No encontramos causas ni consecuencias, la violencia es simplemente obra de sociópatas de fácil dedo en el gatillo. Estando las favelas tan lejos de nosotros, se corre el riesgo de eliminar el sonido de las balas y enfocarnos solo en lo atractivo. En lo chic.


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